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La niebla envolvía el pueblo y el termómetro no subía de 7º C. Los forasteros descendieron de un coche azul que habían aparcado a la entrada del pueblo.
La misa había terminado y un grupo de tres mujeres dejó la iglesia con prisa y bajaron desde la iglesia envueltas en sus ropas de abrigo.
Miraron con curiosidad a los forasteros, un hombre y una mujer que caminaban por la calle de la Carrera hacia el centro del pueblo.
– Buenos días -, saludaron los forasteros
– Buenos días -, respondieron. Unos pasos más y una comenta – ¡Buenos días! … No tiene frío el forastero – y siguieron su caminar apresurado para llegar a sus casas.
Los forasteros encontraron aquello por lo que habían parado en el pueblo. La Iglesia del Santo Sepulcro.
Dicen los rumores que la construcción esta considerada una joya del románico navarro. Es de pequeñas dimensiones, con planta octogonal, construida entre 1160 y 1170, y con influencias mudéjares destacando su cúpula de estilo califal. Y no le falta cierto aire de misterio cuando se pregunta: ¿quien la construyo y porque? Algunos responden: «… fue construida al amparo de la orden del Santo Sepulcro como hospital de peregrinos …», pero lo cierto, es que no es la única respuesta.
La iglesia esta cerrada y los forasteros no pueden contemplar su interior, así que siguen subiendo por la calle Mayor.
Otro grupo de mujeres, elegantemente vestidas de domingo, vuelven de la misa y se tropiezan con los forasteros. No pueden ocultar su curiosidad y las tres miran a la pareja de forasteros, por lo que ellos, por cortesía las saludan.
– Buenos días –
– Buenos días – y siguen su camino bajando la calle Mayor.
Los forasteros aprecian las mansiones adornadas con escudos heráldicos que recuerdan días del pasado que albergaron personajes con títulos nobiliarios.
El párroco ha cerrado la iglesia, y antes de abandonar el pueblo conversa con alguno de sus vecinos, una pareja de mediana edad, que curiosos observan a los forasteros que llegan hasta la Iglesia de San Andrés, después de terminar los oficios religiosos. Los forasteros y ellos entrecruzan un saludo cortes inclinando la cabeza. Entran en el recinto eclesial los forasteros y no pueden menos que admirar tanto la belleza del entorno, medio adivinándola entre la niebla, como el si hermoso jardín de plantas que acompaña el amplio pórtico.
Bajando por la calle de la iglesia, los forasteros, que no peregrinos, observan casas, algunas abandonadas hace muchos años, como informan sus antiguos ventanales ya abiertos permanentemente y esos techos que poco a poco ceden al cansancio de soportar tejados. Otras sin embargo hablan de renacer y renovarse, reflejo de una vida que late dentro de sus muros.
Terminamos nuestra salida del puente en Périgueux, después de estar tres días en Sarlat y alrededores. Périgueux es una ciudad cargada de historia, desde los celtas, con huellas claramente romanas, además de edificios medievales y renacentistas, con lo que el paseo por su ciudad también es como un paseo en la maquina del tiempo.
Catedral Saint-Front
Construida sobre un plano en forma de cruz griega en el que el centro y los cuatro brazos están coronados por cúpulas, siendo restaurada por Abide en el siglo XIX siendo un claro ejemplo del arte románico-bizantino. Dicen que sirvió como modelo en la construcción del «Sagrado Corazón» del Mantmartre parisino.
El campanario del siglo XII separa la antigua iglesia latina de la basílica de inspiración bizantina.
La ciudad Medieval
Los rincones, callejas y edificios hablan de una historia de ricos artesanos y mercaderes que hicieron ostentación de su riqueza plasmándolo en bellos edificios que aun día no dejan de llamar la atención su riqueza arquitectónica. Muchas de las viviendas eran fortificaciones en si mismas (Hotel Gilles Lagrane, siglos XV-XVII), lo que refleja también los tiempos de inestabilidad. En medio, amplias y pequeñas plazas llenas de encanto.
La Torre Mataguerre
Es el último bastión de la muralla medieval que en su día contó con 28 torres y 12 puertas.
Templo de Vesone
Del templo edificado en el siglo II por los romanos no se conserva hoy en día más que la «cella», recinto sagrado al que sólo podía acceder el sacerdote para dedicarse al culto de la diosa celta Tutela Vesuuna, adoptada por los romanos y relacionada con el culto a las aguas.
Con una altura de 27 metros y un diámetro de 20 metros, la torre estaba rodeada de una columnata, que permitía el paso de los fieles y el depósito de ofrendas.
El acceso a la torre se efectuaba a través de una escalera colosal orientada hacia el Este, donde hoy se ve una enorme brecha. Los ciudadanos la utilizaron como cantera hasta finales del siglo XIX, lo que explica su deterioro.
Castillo Barrière
Castillo edificado en el siglo XII, fue adornado en la época renacentista con una torre-escalera, con una puerta de estilo gótico flamígero y con ventanas bellamente esculpidas. Tras el incendio de 1575, durante las Guerras de Religión, el castillo nunca fue reconstruido.
Anfiteatro
Los vestigios de este monumento se encuentran en un parque publico llamado Las Arenas. El edificio en forma elíptica fue construido en el siglo I con un aforo de unos 20.000 espectadores.
En la edad media el recinto se transformó en fortaleza, en el siglo XVII fue un convento y ya en el siglo XIX pasa a ser el jardín actual.
Iglesia de la Cité
Fue la primera catedral de Périgueux hasta el año 1557. En las Guerras de Religión, los protestantes destruyeron dos de sus cuatro cúpulas y el campanario.
Durante el periodo de La Fronda (periodo turbulento de la historia correspondiente a la minoría de edad del rey Luis XIV) se uso como picadero y pierde su título de catedral en beneficio de la Iglesia de Saint-Front.
Lo curioso de esta iglesia es que una de las cúpulas es del mas puro estilo románico y la otra, restaurada en el siglo XVII, es de estilo gótico, pudiéndose comparar el la evolución en las columnas necesarias para soportar el mismo peso.
El viaje termina. Y nuestra impresión es que el Périgord es una tierra muy interesante de visitar en otoño, ya que su riqueza en bosques aporta una belleza de colores que nuestros ojos aprecian y agradecen.
Enlaces de interes
Después de recorrer los 5 Km. que separan La Roque-Gageac de Beynac-et-Cazenac a través de campos llenos de nogales, árbol característico de la zona nos encontramos en la cima del acantilado con el bonito Castillo de Beynac, utilizado como escenario de películas como Juana de Arco (Luc Besson, 1999). El castillo se encuentra en fase de restauración por lo que no es posible visitarlo en su totalidad. Además el propietario del mismo dispone de zonas para su uso privado.
Recorremos las calles de este pueblo resultado de la unión en 1827 de las poblaciones de Beynac y Cazenac cuyas calles, a excepción de la carretera paralela al curso del río Dordoña, suben en cuesta invitando a subir a la cima donde se sitúan tanto la fortaleza como el pueblo medieval.
La capilla construida en el siglo XIII y a la que se le han añadido elementos en el siglo XVII, se encuentra en los terrenos del castillo y se puede acceder a ella a lo largo del primer recinto norte. Actualmente se usa como iglesia parroquial habiendo misa cada domingo.
A la izquierda de la iglesia corre el Dordoña, antigua frontera entre Francia e Inglaterra en el siglo XIII.
Entramos al castillo por la puerta del segundo recinto, construido en el siglo XII, previo pago de la entrada.
La torre del homenaje del siglo XII era la vivienda del señor en la parte superior y de su familia en los niveles inferiores.
En el interior de la fortaleza, podemos apreciar las letrinas del siglo XIII, la sala medieval que fue retocada en el siglo XVII, con la apertura de grandes ventanales para convertirla en la Sala de Reunión de los Estados del Périgord. Además en el recorrido por el castillo se pueden contemplar diversas salas decoradas.
Saliendo de la Sala de los Estados se llega hasta las escaleras del siglo XVI, reconstruidas enteramente en 1902, y subiendo sus escalones se alcanza el nivel superior del castillo donde se hallan las terrazas y las torres.
Es admirable la vista existente desde las terrazas, tanto del pueblo situado debajo como del curso del río.
Llama la atención la torre cuadrada cubierta de «lauzes» (piedras planas). Esta forma de tejado se puede encontrar en otros edificios del Périgord.
Descendiendo las escaleras se llega al patio interior, encargado de recoger el agua de lluvia proveniente de las terrazas y que alimentaba las cisternas, único modo de abastecerse. En uno de los laterales del patio interior se aprecian unas escaleras de tipo florentino, siglo XVII, que permiten el acceso a diferentes salas y que actualmente se encuentran ocupadas por el propietario del castillo. Una rampa lleva desde el patio a la antigua cocina del siglo XII.
Saliendo de la cocina al exterior se encuentra el puente levadizo, que al levantarse cerraba la única entrada de castillo en el siglo XIII.
Saliendo al exterior de la fortaleza pudimos pasear por el pueblo medieval disfrutando de una mañana soleada mientras caminábamos por sus calles entre casas de piedra.
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